Subscribe to our YouTube channel
Los últimos datos de inflación mayorista en Estados Unidos han generado una nueva ola de preocupación entre los responsables de la Reserva Federal (Fed), quienes ya enfrentaban un delicado equilibrio entre apoyar el crecimiento económico y controlar la inflación.
En julio, el Índice de Precios al Productor (PPI) registró un incremento mensual del 0.9%, muy por encima de las proyecciones de los economistas. Esta alza fue impulsada en gran parte por un aumento del 2% en los precios de los servicios comerciales, el más alto en un par de años. El dato sugiere que los precios más elevados se están trasladando al consumidor final, lo que podría poner en riesgo la estabilidad de precios que persigue la Fed.
Para el mercado, este repunte prácticamente descartó la posibilidad de un recorte de tasas mayor al habitual —de medio punto porcentual— en la próxima reunión del 16 y 17 de septiembre. Ahora, los inversores consideran más probable un recorte moderado de 25 puntos base, aunque el debate dentro del banco central sigue abierto.
Inflación, empleo y tensiones políticas
El presidente de la Fed, Jerome Powell, tendrá la oportunidad de dar pistas sobre el rumbo de la política monetaria en su discurso del próximo viernes durante la conferencia de Jackson Hole. En julio, Powell se mostró cauto y no adelantó si habría un recorte en septiembre, manteniendo la atención puesta en los datos económicos por venir.
La inflación medida por el índice de precios de gastos de consumo personal (PCE), excluyendo alimentos y energía, se espera que haya subido un 2.9% interanual en julio. Este indicador es clave para las decisiones de la Fed y su publicación está programada para el 29 de agosto.
Alberto Musalem, presidente de la Fed de St. Louis, reconoció que las debilidades recientes en el mercado laboral han obligado a reconsiderar los riesgos. Si la desaceleración persiste, podría justificarse un recorte de tasas, aunque advirtió que con la inflación cerca del 3%, se necesitan más datos antes de decidir.
Por su parte, Thomas Barkin, presidente de la Fed de Richmond, planteó que aún no está claro si el mayor riesgo proviene del desempleo o de una inflación demasiado elevada y persistente, un dilema que complica las decisiones del comité.
Debate interno y presiones externas
Dentro de la Fed, existen posturas divergentes. Dos gobernadores, Christopher Waller y Michelle Bowman, apoyaron en la última reunión un recorte de un cuarto de punto, mientras que otros prefirieron mantener las tasas sin cambios.
Desde el gobierno, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, ha señalado que podría ser necesaria una serie de recortes para llevar la tasa de referencia del rango actual (4.25%-4.50%) a alrededor de 3%, un nivel considerado neutral para la economía. Sin embargo, sus comentarios llegaron antes de los últimos datos del PPI, que podrían complicar ese escenario.
Mary Daly, presidenta de la Fed de San Francisco, y Musalem coinciden en que un recorte mayor de medio punto no está justificado con las condiciones actuales. Además, preocupa que la inflación de servicios —que se esperaba moderada— haya mostrado un repunte, lo que reduce el margen de maniobra de la Fed.
Austan Goolsbee, presidente de la Fed de Chicago, se mostró abierto a un recorte en septiembre, pero advirtió que sería un problema si los precios de bienes no afectados por aranceles también comienzan a subir rápidamente.
En las próximas semanas, los datos de empleo y de inflación al consumidor correspondientes a agosto serán determinantes para definir si el recorte de septiembre será el inicio de un ciclo de relajación monetaria o un ajuste aislado. Mientras tanto, los mercados siguen atentos a cada declaración y cifra, conscientes de que la lucha contra la inflación todavía está lejos de ganarse.