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El reciente aumento al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) aplicado a las bebidas azucaradas vuelve a poner sobre la mesa un viejo debate: ¿realmente estas medidas contribuyen a mejorar la salud pública o solo representan una carga adicional para el bolsillo de los consumidores?
Aunque el gobierno mexicano asegura que el incremento tiene como propósito desincentivar el consumo de refrescos y otros productos con alto contenido de azúcar, expertos en salud y economía advierten que no existen garantías de que los recursos recaudados sean destinados a la atención médica o la prevención de enfermedades como la diabetes y la obesidad.
Una medida con buenas intenciones, pero sin destino claro
Durante el foro Meet Point de El Financiero Televisión, el doctor Joel Rodríguez Saldaña, director general del Centro Multidisciplinario de Diabetes, señaló que esta política “no es distinta de los intentos previos que se han hecho para combatir la diabetes”, y que en la práctica se ha convertido en “un proyecto de fantasía”.
Recordó que México tiene uno de los presupuestos de salud más bajos entre los países de la OCDE, y que incluso se han eliminado programas clave como el dedicado al tratamiento de la diabetes.
“No vislumbro que los recursos del aumento del IEPS se usen para atender o prevenir enfermedades. Se eliminó el programa de diabetes del Plan Nacional de Desarrollo, lo que deja en duda el destino del dinero recaudado”, afirmó Rodríguez.
La evidencia: subir los precios sí reduce el consumo
Por otro lado, el economista Diego de la Mora Maurer, director ejecutivo de Fundar, defendió la utilidad del impuesto como herramienta para reducir el consumo. Explicó que numerosos estudios en México y otros países han demostrado que elevar los precios es una forma efectiva de desalentar el consumo de bebidas azucaradas.
Sin embargo, enfatizó que el problema radica en la falta de un etiquetado presupuestario que asegure que los fondos obtenidos se reinviertan en programas de salud.
“Necesitamos que los recursos provenientes de impuestos saludables estén atados por ley a un gasto en salud. Si no se garantiza eso, el impuesto pierde sentido social”, explicó De la Mora.
El efecto en la economía y en los consumidores
Desde otra perspectiva, Miguel Ángel Paz Chávez, presidente de la Comisión Jurídica de la Concamin, cuestionó la eficacia del impuesto y advirtió sobre sus efectos negativos.
“El IEPS es un impuesto indirecto que se traslada directamente al consumidor, afectando sobre todo a las familias de bajos ingresos y a los pequeños comerciantes”, aseguró.
Según el representante industrial, el IEPS ha contribuido poco a disminuir la incidencia de enfermedades crónicas, pero sí ha tenido un impacto inflacionario en el consumo cotidiano.
¿Qué tanto se ha reducido el consumo de refrescos?
El primer IEPS sobre bebidas azucaradas se implementó en 2014 con una tasa del 10%, muy por debajo del 20% recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aun así, provocó una caída del 8% en el consumo nacional, principalmente entre mujeres, según datos de El Poder del Consumidor.
Hoy, con un posible aumento al 27% del precio final, se estima que las ventas de refrescos podrían caer en más de una cuarta parte, generando una recaudación superior a 100 mil millones de pesos.
“No resolverá el problema, pero ayudará a reducir los daños asociados al consumo de azúcar, que tiene vínculos directos con la diabetes, enfermedades cardiovasculares e incluso algunos tipos de cáncer”, subrayó Alejandro Calvillo, director de la organización.
El reto de transformar la política fiscal en salud pública
La discusión refleja una contradicción central: aunque el impuesto puede tener efectos positivos en la reducción del consumo, la falta de transparencia en el destino de los recursos y la ausencia de programas preventivos claros limitan su verdadero impacto.
México enfrenta una epidemia de obesidad y diabetes que consume miles de millones de pesos al año en tratamientos. Sin una estrategia integral —que combine educación nutricional, etiquetado claro, regulación publicitaria y mejora en el acceso a alimentos saludables—, los impuestos, por sí solos, seguirán siendo una herramienta incompleta.