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El Senado de Estados Unidos vuelve a rechazar la propuesta de financiación para reabrir el Gobierno federal

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La parálisis del Gobierno federal estadounidense cumple ya diez días y las negociaciones políticas continúan estancadas. Este jueves, el Senado volvió a rechazar un nuevo proyecto de ley de financiación temporal que habría permitido reabrir las oficinas gubernamentales hasta el 21 de noviembre.

El resultado fue de 54 votos a favor y 45 en contra, quedando a solo seis votos del mínimo necesario para avanzar. Aunque la propuesta recibió el apoyo de tres senadores demócratas, la falta de consenso entre ambos partidos sigue prolongando el cierre que afecta a miles de trabajadores públicos.


El contexto político: un pulso entre republicanos y demócratas

La votación se da en medio de un clima de polarización creciente en Washington. La bancada republicana, liderada por John Thune, busca responsabilizar a los demócratas por el cierre, mientras que estos defienden su postura de proteger el gasto social y los programas de salud pública.

“Cada día de cierre gubernamental que pasa es mejor para nosotros”, habría dicho Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata, en referencia a la estrategia política de su partido.

Sin embargo, esta declaración desató críticas inmediatas del vicepresidente JD Vance, quien calificó esas palabras como “un sentimiento vil”.

“Mejor para Schumer, peor para los estadounidenses”, escribió Vance en X, reflejando el tono cada vez más confrontativo del debate.


Las divisiones dentro del Senado

El rechazo al proyecto de ley evidencia fracturas tanto entre partidos como dentro de ellos. Aunque algunos demócratas moderados —como John Fetterman, Catherine Cortez Masto y Angus King— votaron a favor del texto, otros miembros del partido insisten en no ceder en el tema del sistema de salud.

Del lado republicano, Rand Paul y Lisa Murkowski también han mostrado independencia respecto a las decisiones del presidente Donald Trump, oponiéndose a medidas como el uso de poderes de guerra contra los cárteles mexicanos.

Mientras tanto, Thune presentó una moción para reconsiderar la medida, lo que mantiene abierta la posibilidad de volver a someter la propuesta a votación en los próximos días.


Impacto del cierre de gobierno

La paralización del gobierno federal afecta a más de 800,000 empleados públicos, muchos de los cuales han sido enviados a casa sin goce de sueldo. Además, varios servicios federales —incluidos los parques nacionales, oficinas administrativas y procesos migratorios— operan de manera limitada o completamente suspendida.

Economistas advierten que si el cierre se prolonga, podría restar entre 0.1 y 0.2 puntos porcentuales al PIB trimestral de Estados Unidos y generar pérdidas de miles de millones de dólares por productividad detenida.

El shutdown también tiene consecuencias políticas: la percepción pública de ineficiencia y división puede afectar la imagen del gobierno en un año electoral clave.


Salud pública y el debate sobre el Obamacare

El tema más delicado sigue siendo la financiación del sistema de salud. Los demócratas insisten en mantener el apoyo al Obamacare, mientras que la administración de Trump ha intentado reducir su alcance bajo el argumento de que el gasto es insostenible.

El senador demócrata Chris Murphy lo resumió así:

“Los cierres duelen, sí, pero la gente morirá a finales de este año cuando 4 millones de personas pierdan su seguro médico.”

Este enfrentamiento revela una tensión ideológica profunda: mientras los republicanos priorizan la austeridad y la reducción del gasto, los demócratas defienden la inversión social como una cuestión de derechos básicos.


Una batalla política con consecuencias económicas

A pesar de que los republicanos controlan ambas cámaras del Congreso, su mayoría en el Senado es limitada, lo que otorga margen de maniobra a los demócratas para seguir negociando. Trump, por su parte, ha endurecido su retórica, utilizando el tema del cierre como una herramienta política para reforzar su discurso de autoridad y control fiscal.

El cierre se ha convertido en una demostración de fuerza entre la Casa Blanca y el Congreso, con millones de estadounidenses en medio de la incertidumbre. La gran incógnita es cuánto tiempo más podrá resistir el gobierno federal con sus puertas cerradas y si la presión económica forzará finalmente un acuerdo.

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