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La escena se repite cada vez que estalla un conflicto en una potencia petrolera: los mercados se llenan de nervios, el barril sube en cuestión de horas y los gobiernos productores—México incluido— palpitan un alza inesperada de recursos. La diferencia ahora es que, después de años con precios relativamente moderados, la disputa entre Irán e Israel catapultó la mezcla mexicana a la franja de los 70 USD por barril, muy por encima de los 62.4 USD presupuestados para 2025.
Ese “extra” de 7.6 USD por barril se traduce en alrededor de 107 000 millones de pesos adicionales si la cotización se mantiene. Dicho de otra forma: sin endeudarse ni subir impuestos, la Secretaría de Hacienda obtendría un colchón equivalente a 0.3 % del PIB, según cálculos de BNP Paribas. No es poca cosa en un año marcado por la apreciación del peso—que merma la recaudación petrolera en pesos—y por la presión del gasto social y los apoyos para estabilizar precios de energéticos.
El espejo de 2022: ¿vuelve el subsidio?
Durante la guerra Rusia-Ucrania, Hacienda echó mano del estímulo IEPS para evitar que la gasolina regular brincara la barrera de los 24 pesos. Este año el compromiso con gasolineros vuelve a ser el mismo: tope de 24 MXN por litro hasta septiembre. Para lograrlo, la subida del crudo obliga a reactivar los descuentos al impuesto especial (que llevaban diez semanas en cero).
Cuando el precio del petróleo aumenta, la lógica es simple:
- Sube el precio de referencia de los combustibles.
- Hacienda reduce o elimina la cuota IEPS para que ese sobrecosto no se traslade completo al consumidor.
- Ese sacrificio fiscal se compensa—parcialmente—con la mayor renta petrolera.
La clave está en el equilibrio: si el Brent o el WTI superan los 85-90 USD y la mezcla mexicana se dispara, el estímulo podría volverse tan grande como en 2022 (subsidio prácticamente pleno). Si, en cambio, el conflicto se estabiliza y el crudo vuelve a los 65-67 USD, bastará un ajuste moderado.
Tres variables a vigilar
Tipo de cambio. Un peso fuerte (19 MXN/ USD) abarata las importaciones de gasolina pero reduce los ingresos petroleros medidos en pesos. Hacienda estimó el dólar a 20.2; cada peso de apreciación resta unos 23 600 millones de pesos al erario.
Demanda interna. El consumo de Magna se ha recuperado, pero las ventas de Premium siguen débiles. Un estímulo IEPS alto en Magna y nulo en Premium puede volver a mezclar cartas políticas (recordemos la promesa de “gasolina barata” en año electoral).
Capacidad de Pemex. El ingreso adicional al fisco provendrá sobre todo de las exportaciones de crudo; si alguna plataforma se detiene o baja producción, la ganancia se diluye. Además, refinar crudo caro en plantas ineficientes encarece el margen de Pemex Transformación Industrial.
¿Beneficio neto o espejismo?
A primera vista, el alza del petróleo suena a “gana México”. Sin embargo, el subsidio a gasolinas es un gasto que viene de la misma bolsa. Si la guerra en Medio Oriente dura meses y los estímulos se prolongan, el saldo puede terminar neutro o incluso negativo.
Para las finanzas de los hogares, la ecuación es distinta: cada litro que no cruza los 24 pesos libera presión en la inflación y evita un golpe directo al transporte y a la canasta básica. Por eso, aun con espacio fiscal, Hacienda deberá hilar fino entre recaudación, control de precios y disciplina presupuestal.