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Las ventas minoristas en Estados Unidos registraron un sólido incremento en julio, impulsadas principalmente por la fuerte demanda de vehículos motorizados y las agresivas promociones de gigantes del comercio como Amazon y Walmart. Este repunte ha generado cierto alivio en los mercados, que veían con preocupación un posible estancamiento de la actividad económica tras la desaceleración del empleo en los últimos meses.
De acuerdo con datos del Departamento de Comercio, las ventas minoristas crecieron un 0.5% en julio, cifra que se suma a la revisión al alza del 0.9% para el mes de junio. En términos interanuales, el avance fue del 3.9%. Sin embargo, algunos analistas advierten que parte de este crecimiento podría deberse a aumentos de precios impulsados por aranceles, más que a un mayor volumen de ventas reales.
El sector automotriz lideró el repunte, con un alza del 1.6% en los ingresos de concesionarios, debido en parte a la afluencia de compradores de vehículos eléctricos antes del vencimiento de créditos fiscales federales. Por su parte, las ventas en línea crecieron un 0.8%, apoyadas en eventos promocionales como el “Prime Day” de Amazon y las rebajas de Walmart, que incluyeron productos para la vuelta a clases.
No todos los sectores tuvieron un desempeño positivo. Las tiendas de materiales de construcción y equipos de jardinería registraron una caída del 1%, mientras que el rubro de electrónica y electrodomésticos retrocedió un 0.6%. Además, el gasto en restaurantes y bares también disminuyó un 0.4%, lo que podría reflejar un ajuste en los hábitos de consumo ante la inflación.
Los analistas señalan que, si bien el consumidor estadounidense sigue mostrando resiliencia, el escenario para los próximos meses dependerá de cómo impacten las subidas de precios y de la evolución del mercado laboral. La Reserva Federal mantiene su política monetaria sin cambios, y la probabilidad de un recorte de tasas en septiembre parece reducirse ante estos datos.
En este contexto, la evolución de las ventas minoristas será clave para anticipar el pulso de la economía estadounidense en el tercer trimestre y medir la capacidad de los hogares para sostener el gasto frente a la presión inflacionaria y el encarecimiento del crédito.