Advierten el fin del auge del fracking en Estados Unidos por tarifas y caída del crudo

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El auge del petróleo de esquisto en Estados Unidos, conocido como el «shale boom», podría estar llegando a su fin. Así lo advierten importantes ejecutivos del sector energético estadounidense, quienes señalan que las recientes decisiones políticas del presidente Donald Trump, en especial la imposición de aranceles masivos, están encareciendo la operación y presionando a la baja las inversiones en perforación y producción.

Menos inversión, menos pozos

Empresas petroleras han comenzado a reducir gastos de capital y a inactivar plataformas de perforación, afectadas por el encarecimiento de equipos y servicios debido a los aranceles y por la baja sostenida de los precios del crudo. La combinación de un entorno regulatorio incierto, tarifas de hasta 50% sobre importaciones industriales clave y un debilitamiento del precio del petróleo ha hecho que el negocio pierda su atractivo a corto plazo.

Este contexto representa un giro radical respecto al auge vivido durante la última década, cuando Estados Unidos se convirtió en el mayor productor mundial de petróleo gracias al desarrollo del fracking en regiones como el Pérmico o Bakken.

¿Quién tiene la culpa?

Los analistas apuntan directamente a la nueva política arancelaria de la administración Trump, que ha elevado los costos de maquinaria, acero, componentes tecnológicos e insumos clave importados de Europa y Asia. Además, la guerra comercial con China ha afectado acuerdos de exportación y frenado el flujo de capital extranjero al sector energético.

Las empresas no solo enfrentan mayores costos logísticos y operativos, sino también un entorno de incertidumbre financiera. Los precios del crudo han retrocedido por debajo de los 70 dólares, y con la demanda mundial estancada por las tensiones comerciales, el margen de rentabilidad se ha estrechado.

Impacto en la economía y en los inversores

El retroceso de la industria de shale puede tener un impacto devastador en regiones enteras que dependen de esta actividad. Miles de empleos están en riesgo, y los ingresos fiscales estatales podrían desplomarse. Al mismo tiempo, firmas de inversión internacionales están empezando a mirar hacia otros destinos más estables, como Canadá, Noruega o la Unión Europea, donde las políticas energéticas son más predecibles y compatibles con los compromisos climáticos.

Desde Europa, el mensaje es claro: la falta de consistencia y la “volatilidad extrema” de la política energética estadounidense están erosionando su atractivo como destino para inversiones en energía limpia e infraestructura.

¿Se puede revertir?

A menos que el Congreso o el propio presidente retrocedan en su política de confrontación comercial y proporcionen certidumbre regulatoria y fiscal, el país corre el riesgo de perder su posición de liderazgo tanto en energía convencional como en la transición hacia energías limpias.

El auge del fracking, que alguna vez fue símbolo de independencia energética estadounidense, podría convertirse en una víctima más de las guerras comerciales y la inestabilidad política interna.

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